18 septiembre, 2009

GENERALIDADES SOBRE LOS HONGOS



Clathrus flavescens P. Michelin



Los hongos constituyen una clase determinada, que en el ramo vegetal, forma por sí mismo casi un reino (1), con muchos millares de especies, encuadradas en centenares de agrupamientos taxonómicos (órdenes, familias, tribus y géneros), a los cuales todavía no se ha conseguido dar un ordenamiento definitivo.
Es imposible caracterizar los hongos en base a conceptos de forma o dimensión. En efecto, la estructura de estos vegetales abarca un vasto campo de variabilidades, desde formas microscópicas, que constituyen el grupo más numeroso (se trata en realidad de organismos monocelulares) hasta aquellas más evolucionadas que producen cuerpos fructíferos voluminosos de hasta varios kilos de peso, a través de una gama intermedia de una asombrosa variedad.
Es imposible igualmente definir el concepto de “hongo”, según el ambiente en que vegetan estos organismos, ya que no existe, puede decirse, ningún sustrato orgánico donde alguna especie de hongo no sea capaz de instalarse y prosperar.
Se encuentran hongos en la tierra, sobre los residuos orgánicos vegetales o animales más diversos, en los organismos vegetales o animales muertos o vivos y hasta en el agua.
La misma asignación de los hongos al reino vegetal ha sido y es todavía objeto de críticas y objeciones. Aparte las elucubraciones de los antiguos, que veían en los hongos, no ya organismos dotados de vida propia y capaces de reproducirse, sino simples degeneraciones patológicas de los “humores” del terreno o de las plantas, aparte los concepciones aberrantes de muchos estudiosos de finales del siglo XVIII, que en base a la composición química de los hongos pretendían asignarlos al reino animal, es cierto que dentro de la clase de los hongos encontramos elementos de conjunción entre estos dos reinos, que voces autorizadas de modernos estudiosos están a favor de la colocación de ciertos grupos de hongos (los Mixomicetos) a un lado de esta gran clase y en los márgenes del reino animal.
¿Cómo y bajo qué aspecto se pueden caracterizar unívocamente estos organismos? ¿Y cuál es el concepto que puede exactamente definirlos?
Para poder contestar deberemos considerar una de las dos funciones esenciales de la vida vegetativa: “la nutrición”. (La otra función, la reproducción, ofrecería un cúmulo tal de variaciones y dificultades que más que ayudarnos, nos desorientarían).
La nutrición es, en efecto, la clave que permite establecer una exacta definición de los hongos. Mientras todos los otros vegetales se nutren esencialmente de sustancias inorgánicas (anhídrido carbónico del aire, agua y sales minerales del terreno), los hongos se nutren esencialmente de sustancia orgánica (vivas o muertas).
Los otros vegetales poseen una sustancia verde –la clorofila- (a causa de la cual son llamadas, a diferencia de los hongos, “plantas verdes”), que permite bajo el efecto catalítico de la luz solar, producir una complicadísima síntesis de enorme importancia; al combinar el anhídrido carbónico con el agua creando sustancias orgánicas complejas, azúcares, celulosas, lignina, etc., que son los constituyentes normales de los organismo vivos (2).
Los hongos no poseen clorofila. No son, por tanto, capaces de producir la maravillosa síntesis clorofílica, sino que deben recurrir al carbono, que constituye el elemento fundamental de la sustancia orgánica, de sustancias ya elaboradas sea en organismos vegetales o animales, vivos o muertos.
Bajo este aspecto, la nutrición de los hongos se semeja a la de los animales. De ello se deducen dos consecuencias:

- Los hongos tienen una compasión química más similar a la de los animales.
- La luz no es indispensable para la vida de los hongos como lo es para las plantas.

La definición de los hongos como “vegetales desprovistos de clorofila”, podría adaptase también con rigor a una clase de organismo monocelulares: las bacterias.



REPRODUCCION DE LOS HONGOS




La facultad de reproducirse les fue negada a los hongos durante siglos por parte de naturalistas y observadores. Y esto porque ni se concia, ni siquiera superficialmente, la naturaleza de estos organismos y se creía que nacían espontáneamente de la putrefacción. Esta increíble ligereza tenía profundas raíces en una falsa interpretación de las teorías aristotélicas.
Sólo a comienzos del 1700, el botánico italiano Pier Antonio Micheli efectuó observaciones de este polvillo diversamente coloreado que emiten los hongos, y demostró experimentalmente que se trataba del verdadero “semen” de los hongos.
Este semen constituido por esporas, es decir de pequeñísimas células (de dimensiones aproximadamente comprendidas entre 3 y 15 milésimas de milímetro (2)) capaces por germinación de dar vida a nuevos individuos. Estas esporas son producidas por el hongo en número increíblemente grande, y constituyen el “polvo esporal” fácilmente distinguible cuando se deja durante algunas horas un sombrero de hongo en reposo en la humedad sobre una superficie horizontal.
El polvo esporal emitido por un solo cuerpo fructífero de hongo contiene millones y hasta decenas de millón de pequeñas esporas. Cabe preguntarse por qué la Naturaleza tan sabia distribuidora de fuerza y de economía, se ha abandonado en este caso a tan exuberante despilfarro, dado que la cantidad de hongos que se desarrollan no es siquiera lejanamente proporcional al número de esporas que se emiten.
La respuesta es sencilla: la producción de esporas debe suplir con su gran número a la escasísima probabilidad que tienen dichas esporas de cumplir su misión.
Las esporas son corpúsculos extremadamente ligeros, que permanecen en suspensión en el aire; sujetos a las más fuertes y a las más débiles corrientes, y deben encontrar para germinar un terreno adecuado, en condiciones de temperatura y humedad favorables (3). Pero con ello no basta; interviene también un factor sexual.
Las esporas, producidas mediante un proceso de fusión de núcleos celulares y sucesivas subdivisiones, son los instrumentos de reproducción sexual del hongo y tiene caracteres sexuales diferenciados (aunque morfológicamente aparezcan todas idénticas).
A fin de que la espora tenga origen otro organismo perfecto, es necesario que sean respetada las condiciones de sexualidad. Esto puede suceder bajo numerosas formas y según varias modalidades, según los diversos tipos de hongos. Son fenómenos extremadamente varios y complejos sobre los cuales no nos podemos detener aquí.
Daremos un ejemplo sencillo con un caso muy frecuente entre los Basidiomicetos de grandes dimensiones.
Una espora de un determinado sexo, cuando llega a germinar en terreno adecuado, produce un filamento monocelular largo y estrecho, llamado hifa, que pronto crece en el sustrato (tierra, madera, etc.), ramificándose. Un enlace de varias hifas constituye un micelio primario, caracterizado por un determinado sexo.
Aquí quedará interrumpido el proceso reproductivo, si este micelio no entra en contacto en el mismo sustrato (o sea en el terreno, madera, etc.) y en límites estrechísimos y rigurosos de tiempo y espacio, con otro micelio primario, producto de la germinación de una espora de sexo opuesto, y que tenga también un carácter sexual particular y opuesto al primero.
Sólo la unión fortuita de dos micelios de sexo opuesto puede dar origen a un micelio secundario, o sea a una nueva planta, un nuevo organismo fúngico. capaz de vida vegetativa perfecta, de nutrirse, crecer y reproducirse emitiendo en un momento determinado los carpóforos, o cuerpos fructíferos, comúnmente llamados hongos, que salen del sustrato (a la superficie del suelo o de la madera) y que sirven a producir y a diseminar las esporas, para asegurar la continuidad de la especie.
La reproducción sexual por medio de esporas –común a todas las clases de hongos- pueden tener lugar con facilidad en muchos casos, mientras que puede presentar muchas dificultades y limitaciones entre muchos casos, por ejemplo en muchos hongos superiores o de grandes dimensiones.

La naturaleza procede a obviar este último inconveniente de dos modos:

- Produciendo un número muy elevado de esporas, como ya se ha dicho.
- Proveyendo al hongo también de órganos de reproducción asexual.

Esta reproducción asexual puede tener lugar de diferentes maneas, Una es, por ejemplo, la formación de conidios, o esporas asexuales, que se forman directamente sobre hifas particulares del micelio, y no en dispositivos especiales de fructificación (carpóforos). Otro sistema de reproducción orgánica es el que se efectúa por propagación del micelio de la misma manera que se encuentran a menudo en las plantas superiores, que se llama “por estacas” y que representa un modo de producirse de los hongos más frecuentes de lo que se cree.




COMO ESTA CONSTITUIDO UN HONGO

Su nutrición y su tarea en la Naturaleza.




De cuanto hemos dicho, resulta que la planta llamada “hongo” está constituida de un talo, o sea de un micelio, resultante de la unión más o menos tosca de elementos filifomis monocelulares llamados hifas, y que viven en un sustrato material orgánico, del cual obsorbe su propio alimento.
En determinadas condiciones y en un momento dado el micelio puede formar, mediante hifas más estrechamente entrelazadas, unas producciones más compactas, cuerpos fructíferos a carpóforos, en las que se forman y de las que se propaga, después, las esporas.
Los carpóforos que se encuentran de ordinario en la superficie del sustrato de crecimiento (excepto en el caso de los hongos “hipogeos” o subterráneos) son esos cuerpos que observamos por ejemplo en el terreno de los bosques o en los troncos de los árboles y que a veces recogemos con miras comestibles, y llamamos impropiamente “hongos”.
Antiguamente y hasta comienzos del siglo XIX, se creía erróneamente que estos carpóforos eran el hongo completo y nadie sospechaba entonces la existencia del micelio.
Este error ha dado lugar a un cúmulo de otras concepciones erróneas y ha retardado sensiblemente el desarrollo y el progreso de la micología.

Saprofitos y parásitos.


Se ha dicho que los hongos se nutren de carbono orgánico, o sea de materia vegetal o animal, viva o muerta. En función de estos dos tipos de material nutritivo, materia viva o muerta, de que se nutren los hongos se dividen en parásitos o saprofitos.
Los hongos parásitos son innumerables. Todos conocemos los daños que causan en los árboles frutales o en las plantas forestales, los ataques de los hongos de grandes dimensiones, por ejemplo ciertos poliperos o también de la Armilariella mellea.
Mucho más difundido y numerosos, aunque producidos por individuos menos aparentes, son los daños ocasionados por los hongos de dimensiones mínimas que atacan las partes leñosas, penetrando a través de hendiduras de la corteza, de las hojas o de las raíces.
Todas las plantas espontáneas o cultivadas, arbustivas o herbáceas, pueden ser víctimas de hongos microscópicos, que se instalan principalmente sobre las hojas y los tallos, llevando rápidamente al planta al decaimiento o a la ruina total.
El estudio de estos hongos parásitos, generalmente microscópicos, y los medios para combatirlos sobre todo en defensa de los cultivos agrícolas, objeto de la fitopatología.

También los animales, mamíferos, reptiles, peces y también los insectos, en sus distintas fases de metamorfosis, pueden ser atacados por particulares especies de hongos, que viven sobre ellos como parásitos obligados.
También algunas enfermedades del hombre son causadas por la actividad de hongos microscópicos parásitos.
La gran mayoría de los hongos parásitos está constituida por organismos de pequeñísimas dimensiones o incluso microscópicos, que están normalmente comprendidos en la denominación de “micromicetos”.
Entre los hongos de grandes dimensiones, o macromicetos, que son aquellos que más interesan a los aficionados a los hongos o al micólogo diletante, encontramos un número relativamente limitado de hongos parásitos obligados: En su mayoría los macromicetos son saprofitos y viven sobre residuos vegetales, troncos de árboles o ramas en putrefacción, o en el humus del terreno, que, como es sabido, no es sino un estado elevado de degradación de los restos vegetales.
Pero los hongos presentan también una tercera forma importantísima de nutrición, que es propia de numerosas especies de macromicetos del bosque, entre los cuales figuran el mayor número de especies comestibles y benéficas.
Esta forma de nutrición, llamada micorrízica, merece un tratamiento aparte, por la importancia que hoy en día se le atribuye por sus funciones de potenciación del patrimonio forestal.
Meritorios estudios, ya confirmados experimentalmente en gran escala, han sido efectuados en Austria, gracias a las investigaciones de profesor Meinhard Moser, de la Universidad de Innsbruck, de cuyas publicaciones hemos traducido el artículo que sigue y a quien agradecemos la ayuda amablemente concedida.




LA MICORRIZICA o simbiosis entre las plantas forestales y los hongos del bosque.




Hongos micorrízicos o simbioticos





Es de todos sabido la extrema dificultad que presenta el cultivo artificial de los hongos del bosque. De los bosques superiores en general, sólo algunas especies se pueden sembrar y hacer desarrollar a voluntad; pero las de los bosques, normalmente, se niegan a crecer y por lo tanto a reproducirse en los hábitats artificiales, como lo hacen algunos animales salvajes, que en la cautividad rehúsan la comida y se dejan morir.
La especies fúngicas que se consiguen cultivar artificialmente pertenecen a llamadas parásitas (que se nutren a expensas de la plantas vivas) o a las saprofitas (que se nutren a expensas de residuos vegetales); entre estas últimas ha tenido gran difusión el cultivo de la Psalliota bispora (4) , que tanto por su calidad comestible, como por el buen conocimiento que se tiene de sus exigencias de nutrición, siendo su cultivo conocido y practicado hace siglos, gracias a la peculiaridad de su sustrato preferencial (estiércol de caballo). Pero nadie, al menos que se sepa, ha conseguido llevar al mercado una partida de hongos negros o toronjas (5), obtenidos directamente de la siembra.
La explicación proviene del hecho de que estos hongos, como todas o casi todas las especies del bosque, tienen un sistema de nutrición especialísimo que necesita de la presencia de plantas fanerógamas vivas (sobre todo de árboles forestales), con los cuales viven en simbiosis micorrízica.
El término simbiosis significa comensalismo, no parasitismo. Y, en realidad, si bien las hifas del micelio micorrízico se entrecruzan estrechamente y se compenetran íntimamente con las raicillas del árbol para sustraerle aquellas sustancias orgánicas que le son indispensables, no por eso el árbol resulta dañado. Por el contrario, sus raíces se vuelven más aptas para absorber la sustancia nutritiva minerales del terreno (nitrógeno, fósforo, potasio, calcio) y la planta atacada por el hongo se desarrolla más lozana y más resistente a las enfermedades y a los parásitos (6).
Las cosas en realidad no son tan simples. Existen distintos tipos de micorriza; y el mecanismo biológico no se conoce aún a fondo. Después de años de investigaciones, controles y experimentos, se acepta universalmente que los hongos micorrízicos son indispensables al desarrollo y a la vida misma de las plantas del bosque. Por lo tanto, los hongos micorrízicos son considerados como los mejores colaboradores de los forestales.


Utilidad de los hongos

Una consecuencia importantísima del fenómeno micorrízico es la necesidad de la presencia de hongos del bosque como elementos indispensables par el bienestar de las plantas arbóreas.
Es por tanto necesario proteger los hongos y oponerse del modo más enérgico a su indiscriminada recolección (7), y con mayor motivo, a su absurda destrucción que, a la larga, podría provocar su desaparición.
Pero los hongo cumplen también otras importantes funciones en la Naturaleza y, especialmente, los hongos saprofitos pueden considerarse como benéficos “barrenderos” del bosque.
Las plantas, así como los animales, mueren; las ramas y las hojas caen, los tocones de las plantas cortadas se convierten en un estorbo y un inútil residuo en el terreno. Si no intervinieran otros factores, el terreno de los bosques se convertiría con el pasar de los años, en un inmenso estrato de hojas muertas, ramitas, ramas, que lo sofocarían, haciendo imposible la nutrición hídrica y la vida de otras planas.
La putrefacción es necesaria para destruir estos inútiles organismos, constituido por material orgánico (generalmente celulosa y lignina) y que son de este modo convertidos al mundo inorgánico bajo forma de agua y anhídrido carbónico.
Los agentes de la putrefacción, las bacterias, atacan, pero con dificultad, la celulosa y la lignina; son precisos agentes intermedios que les preparan el camino, degradando el material vegetal, desde el momento de su inicial decaimiento hasta transformarlo en un medio apto para el posterior ataque de las bacterias, que perfeccionarán el trabajo, llevando el proceso de putrefacción hasta el último estadio. Estos agentes intermedios son los hongos.
A muchos de ellos, de grandes dimensiones, los vemos menudo invadiendo, en el estado de putrefacción, troncos muertos, tocones, estratos de hojas, tapetes de aguja de conífera. Pero nos pasa ciertamente desapercibido el intensísimo trabajo de sus micelios y el de los innumerables hongos saprofitos microscópicos en el interior de los sustratos leñosos y los tocones.
Podemos, pues, afirmar que los hongos realizan una labor indispensable y que, sin ellos, los bosques estarían condenados a la desaparición.
Otras utilizaciones de los hongos podemos encontrarlas en el campo de los micromicetos. Si bien muchos de éstos son, como ya se ha dicho, peligros parásitos de las plantas y de los animales, otros muchos, saprofitos, se utilizan regularmente en la industria.
Entre ellos podemos citar unos Ascomicetos monocelulares, los Sacaromicetos, utilizados en gran escala para la fermentación alcohólica, para la vinificación seleccionada, la panificación, etc.
Ciertos Aspergillium son utilizados para la fabricación de ácido cítrico. Otros muchos sirven a la fabricación de antibióticos, como ocurre con numerosos Actinomicetos.
Por último se está intentando sacar ventajas de ciertos hongos parásitos, y actualmente se están realizando estudios e investigaciones con vistas a la defensa contra los insectos nocivos (moscas, ácaros, cochinillas e insectos parásitos de plantas cultivadas en general), mediante el cultivo de ciertos pequeñísimos hongos que atacan selectivamente las larvas de estos insectos, matándolas.
Es éste un medio de lucha antiparasitaria “biológica”, que resulta mucho más prometedor, que la basada en antiparasitarios químicos, a los que, tarde o temprano, van acostumbrándose las sucesivas generaciones de insectos nocivos, volviendo inútil los trabajos y gastos precedentes.
Pero la utilización más fácilmente evidenciable cuando se habla de hongos es la relativa a sus cualidades comestibles.
Teniendo en cuenta que los hongos, además de resultar un alimento de un cierto valor nutritivo y ciertamente muy agradable, pueden representar un gran peligro para la salud pública, dedicaremos un capítulo especial a los principios fundamentales de la toxicología fúngica (8).





Ganoderma applanatum (Pers.) Pat






Notas marginales.

(1) Dada la complejidad del mundo fúngico y la cantidad enorme de géneros y especie catalogadas en el mundo, recientemente se ha creado para dicha finalidad un nuevo reino: el reino micetal.
(2) Es decir, realizar el prodigio de transformar la materia inorgánica en materia orgánica. No hace mucho solo pensar o exponer este axioma era sinónimo de “excomunión”, por no sujetarse a los dogmas de fe.
(3) De 3 a 15 ụ (micras).
(4) Sinónimo de Agaricus bisporus.
(5) Referido al Boletus aereus y Amanita caesarea.
(6) Actualmente en los centros de experimentación forestal se inyecta micelio en la raicillas de los plantones arbóreos, para beneficio de dos importantes unidades: la resistencia y desarrollo de la masa arbórea y la obtención de hongos comestibles.
(7) Esto es, no arrancarlas de cuajo o bruscamente, no pinzarla con objetos punzantes o romos, no pegarles patadas o bastonazos para romperlas ni aplastarlas con los pies. Se deberán recolectar con sumo cuidado procurando cortarlas con una navaja o cuchillo, a la altura de la base del pie con el suelo, donde suelen brotar
(8) Ver nuestra página Web: Toxicología de los hongos.



Bibliografía: I Funghi dal vero, tomo 2º Bruno Cetto, 2ª edición 1.987.
Traductor: Alfonso Rey Pazos.
Composición: Alfonso Rey Pazos.
Fecha: 08/07/07

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